El Silencio Interno, es la suspensión del Diálogo Interno, según el Sistema de los Chamanes de México Antiguo de Carlos Castaneda. La acumulación del silencio interno colabora, progresivamente a Parar el Mundo: un punto clave para parar la manutención de la realidad constante que realizamos a través del lenguaje, y así poder ver capas de una realidad aparte.
El diálogo interno, es el menú de pensamientos que constantemente suena en nuestro interior. Pensamientos que tenemos de base, pensamientos más recientes, del día a día, desde el momento en que aprendemos el lenguaje, hasta el menú de pensamientos que se mantienen como forma de manutención de nuestra realidad del día a día.
Esto va desde, reconocer que: ese organismo vertical con una protuberancia porosa en la parte de arriba, se llama «árbol»; hasta los pensamientos personales, muchos de los cuales posiblemente están ligados a «patrones» que venimos repitiendo desde chicos, y que no paran de sonar en nuestras cabezas. Esto, es un constituyente permanente de nuestra realidad, es la forma en que mantenemos la realidad en su lugar.
PERCEPCIÓN DEL MUNDO
Aprendemos a percibir, y vamos seleccionando y eligiendo cómo percibir.
Es más! muchas de las luchas sociales y culturales de las que somos parte o a veces recibimos y nos impactan, son luchas por instalar codificaciones perceptivas.
Pasa que nos olvidamos justamente eso, que nuestras percepciones toman en cuenta y eliminan factores. Generalmente los toman en cuenta o eliminan según intereses que tenemos.
Si no tenemos bien en frente nuestros intereses, si no los vemos a la cara, va a pasar que vamos a moldear toda nuestra percepción alrededor, y vamos a terminar creyendo que es la verdad.
Y si bien, pueden ser verdad, no hay que olvidar que es sólo una parte de la verdad.
Y que nosotrxs elegimos esa verdad como base de nuestro mundo perceptivo.
Pero la conciencia no tiene límites, y no elige. En primera medida siempre acepta, y en ese aceptar va viendo la multiplicidad de dimensiones de los fenómenos en los que nos vemos involucradxs.
Y una conciencia así, siempre se va a estar autohackeando. Y eso la hace invulnerable: la capacidad máxima de vulnerabilidad y no defensa.
Sólo que hay una conciencia, que es física y que no se puede exceptuar, es una realidad de base. Esta es la empatía física hacia los cuerpos.
Luego es la conciencia de que todxs conformamos multiesferas perceptivas de configuraciones parciales, electivas y a veces, con lecciones inconscientes.
Es decir elecciones que han hecho otrxs por nosotrxs, o que nos han manipulado y convencido y que por comodidad, conveniencia y etc. elegimos.
Esto es lo que “hace al mundo girar” y determina el modo en que percibimos el mundo. Se manifiesta en nuestra postura física, en nuestra forma de andar, en nuestra mirada (que suele cerrarse a un plano muy corto), en nuestra forma de vestir, todo.
Por eso está bien elegir conscientemente nuestras convicciones, mundos perceptivos, interpretaciones: pero siempre hay que recordar que es una elección.
Libertad perceptiva es saber que tenés la capacidad de despegarte de tu visión, de tu conjunto de elecciones, aunque sea por un momento, para ir a otros mundos.
E ir a esos mundos sin juzgar, sino simplemente observando, para ver qué de todo eso, puede ayudarle a componer nuevas percepciones.
Chamanismo es la artesanía de la percepción.
PARAR EL MUNDO
Sin embargo, hay algo que Don Juan, le enseña a Castaneda, y que resulta de vital importancia si queremos cambiar nuestro estado de conciencia a voluntad, que es algo que llama «parar el mundo«.
Parar el mundo es hacer que esa constante explicación y apalabramiento del mundo que nos rodea, pare, y cree la oportunidad de ser puesto en duda. Es decir dejamos de aportarle energía: acumulamos al energía que generalmente, debido a ese menú de pensamiento que no deja de funcionar, se ve consumida y lentamente, con ésta energía acumulada, nos vamos moviendo hacia un nuevo estado de conciencia. Ese estado nuevo de conciencia, para ser «cazado», depende de nuestra capacidad de acecho, es decir, nuestra capacidad de observar y leer nuestras intuiciones y las señales del mundo.
Esto puede dar lugar a algo que queremos crear: un nuevo trabajo, modo de vida, forma de procesar las emociones o directamente otro estado de conciencia, a nivel perceptivo del mundo. Los límites no existen, los pone la mente, es decir es la capacidad de medir y nombrar de la mente y es sano que lo haga, en tanto que somos seres que necesitamos de nuestra mente para crear el mundo en que vivimos.
Pero ¿realmente nuestra mente tiene que estar todo el tiempo en todo? En general, el ordenamiento que hacemos del mundo, se basa en limitaciones perceptuales hechas en conveniencia del sistema en que nos criamos, o mejor dicho en concordancia, porque hay modos de percibir que quizás nos serían, a nivel utilidad, mucho más útiles.
Cambiar nuestra idea del mundo es la clave del chamanismo. Y parar el diálogo interno es la única forma de lograrlo.
Relatos de Poder – Carlos Castaneda
Lógica depredadora del lenguaje
Pero esto tiene que ver con el «para qué» somos educados, que de ninguna manera es para «percibir energía consciente o directamente» o para tener un vínculo diferente en la naturaleza, sino que generalmente están orientados a la supervivencia, y a cómo sacar provecho a nivel recursos de nuestro entorno.
Desde cómo conseguir alimento a nivel ambiental, cuando cazábamos o recolectábamos alimentos, hasta como conseguir dinero en la vida actual. Pero éstos modos de crianza, no corresponden a el derecho inalienable que tenemos todos los seres vivos, incluyendo a los seres humanos, y que es una tendencia normal de la existencia, que es el «derecho a percibir».
Derecho a percibir
Todos los seres vivos buscamos percibir, y esto es un derecho básico del sistema chamánico: el derecho a percibir.
Los seres vivos tenemos un hambre por percibir de distintos modos, y eso se manifiesta en nuestra tendencia a querer formar parte de sistemas religiosos, sistemas espirituales que expliquen el mundo de otra manera, y el consumo progresivo de drogas que nos permitan cambiar la posición de nuestro «punto de encaje» y así corresponder a esa necesidad básica.
En el sistema de los chamanes, parar el mundo a través del silencio interno es una necesidad básica para poder parar el relato del mundo que constantemente alimentamos en nuestra cabeza y de ese modo poder propiciar una entrada a otro modo de percepción del tiempo y el mundo, es decir a otro estado de conciencia o rueda de tiempo, otro surco.
Para esto te recomiendo que en algún momento veas el siguiente artículo, sobre el PUNTO DE ENCAJE:
¿Cuesta poner la “mente en blanco”?
¿Te es difícil lograr un estado de meditación, poner la mente en blanco, dejar de pensar por momentos? ¿Te vuelve loco/a el pensamiento continuo que no para de rumiar?
Pensar mucho está bien, es necesario, y gracias a ello el ser humano a construido todo a nuestro alrededor.
Todo proviene del pensamiento de alguien. Pero mantener diálogos con otros internamente, pesos emocionales, preocupaciones hipocondríacas, o estar aumentando todos los problemas o situaciones riesgosas, no está bien.
El cerebro consume un 24% de nuestra energía, pero sumemos el cuadro emocional que nos produce con pensamientos a los cuales, por las hormonas que producimos con ellos nos volvemos adictos, y tendremos un cuadro de stress e inclusive enfermedad.
El diálogo interno, es en el Sistema de los chamanes de antiguo México de Carlos Castaneda, el medio por el cual hacemos manutención del relato del mundo que armamos en nuestra cabeza a lo largo de nuestra vida.
Ya sea por aporte de otrxs, nuestra interacción con otras personas, o por nuestras propias experiencias, forjamos en nuestra neuroplastia una serie de conexiones neuronales que se hacen más fuerte con cada uso.
Es el diálogo interno lo que ata a la gente al mundo cotidiano. El mundo es de tal y cual manera sólo porque nos decimos nosotros mismos que es de tal y cual manera. El pasaje al mundo de los chamanes se abre cuando el guerrero ha aprendido a parar su diálogo interno.
Relatos de Poder – Carlos Castaneda
Éstas configuraciones neuronales producen un cuadro hormonal en nosotrxs. Somos adictxs a diferentes estados de pensamiento.
La mente, para este sistema chamánico es el diálogo hormonal, nervioso, muscular y energético entre nuestro cuerpo y nuestro cerebro.
Podemos ser adictos a sensaciones como la victimez, la hipocondría, el exceso de preocupación, la adrenalina o el cortisol al enfrentar determinados problemas.
Por eso muchos de nosotrxs no podemos dejar de vivir en un infierno de pensamiento y de hormonas.
Saber hacer silencio interno colabora a crear pausas, lo suficientemente contundentes como para forjar otros modos de sentir y de hacer en nuestras vidas.
EL ACTO PARASITARIO DEL DIÁLOGO INTERNO
Este consumo de energía en el Sistema de los Chamanes, es como un acto parasitario.
Nuestros pensamientos no son nuestros, son composiciones ajenas, y con ellos nutrimos a personas, voces, gente, pensamientos o sistemas de creencias, que están desde hace cientos y hasta miles de años antes que nosotros.
Sí, pongámosle nombres de creencias o paradigmas. Estos se alimentan difunden y fortalecen gracias a nuestra tarea de alimentarlo con palabras, acciones y pensamientos.
Nos vemos consumidos por sistemas de pensamiento.
El Sistema de los Chamanes de Antiguo México de Carlos Castaneda, tiene una particularidad: es consciente de ser un sistema, y por lo tanto, no totaliza, sabe de su límite.
Es decir, es consciente de los límites del lenguaje.
El lenguaje no es al verdad, el lenguaje es una convención histórica de nuestros antepasados, que está vivo, y vive a través nuestro.
Por eso algunas lenguas mueren y otras se difunden hasta el hecho de volverse mundiales, y cubrir grandes extensiones del globo.
Se alimenta en la manutención que hacemos con nuestro pensamiento, y se alimentan con la regeneración que hacemos a través de nuevas configuraciones o dialectos, que generamos con nuestro entorno.
Pero hay algo que este linaje de brujos, canalizado en Don Juan, el Nahual que instruye e infunde de energía a Carlos Castaneda, concibe que es la solución, a este problema que tan insistentemente nos vemos inmiscuidos a cada momento de nuestras vidas. Eso es el silencio interno. Un estado de atención perceptiva de nuestro entorno que hace que el cerebro esté alerta al entorno, a percibir sin interpretar, o sacando el énfasis en la interpretación y en los pensamientos que se desprenden de ellos.
Una vez que se logra el silencio interno, todo es posible. El modo de terminar con nuestro diálogo interno es utilizar exactamente el mismo método mediante el cual nos enseñaron a hablar con nosotros mismos: fuimos enseñados compulsiva y sostenidamente, y así es como debemos detenerlo: compulsiva y sostenidamente.
El fuego interno – Carlos Castaneda
El silencio interno, se aprende a través de persistencia, como también aprendemos el lenguaje y todo nuestro constructo de pensamiento. Persistencia de Intento. es decir, intentarlo unos minutos por día, una y otra vez… esto refresca el cerebro, y lo hace más creativo; entendiendo por creatividad la capacidad de creación, es decir, la construcción de nuevos sistemas energéticos, cuya innovación depende de cuánto transforma el entorno en que se da.
El silencio interno, descansa nuestro cerebro, y da la oportunidad de que se relajen dichas conexiones neuroplasticas, para dar oportunidad a nuevos recorridos, a pensamientos laterales.
Da lugar al denominado conocimiento silencioso.
Un conocimiento asertivo, una especie de deducción que surge de percibir el medio, estar en un estado de paz.
Sabiduría que se desprende de nuestro interior, al estar libre de ciertos modos de pensamientos.
Acá van dos ejercicios para el silencio interno:
- Escucha panorámica: nosotros olvidamos la escucha, recortamos la percepción de la escucha solamente a aquello a lo que nos automatizamos. Por eso escuchar los detalles, las heladeras, los sonidos de los pájaros, la calle con los autos, la texturas de los sonidos en detalle, sin interpretar y sin juzgar, sólo escucha!
- Visión panorámica: Nosotros recortamos nuestra visión, por el stress y por estar constantemente pensando en cosas, justamente, por el diálogo interno. Ampliar la vista, ver todo el panorama y ser conscientes de todos los movimientos panorámicos a la vez, nos da la oportunidad de parar nuestro diálogo interno.
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